El exceso de trabajo, el duelo por la pérdida de un familiar o incluso una separación sentimental pueden ser algunas de las causas que nos lleven a empezar a consumir benzodiaepinas. En España es común tratar aspectos sociales de la vida con fármacos, intentamos resolver problemas emocionales o laborales con dopaje, en lugar de aprender a afrontar el estrés de la vida cotidiana.
El uso prolongando de benzodiacepinas causa adicción
Normalmente el uso de estas pastillas no debería prorrogarse más de unas cuantas semanas, pero esta premisa no suele cumplirse y nos encontramos con personas que llevan años tomándolas y terminan siendo adictos.
Las benzodiacepinas te aíslan de las emociones y te ayudan a seguir. Alivian, pero no curan.
A su rápido efecto se le suma la ligereza con la que se recetan desde las consultas de atención primaria, a lo que se le suma del desconociemiento de la gente de lo que está tomando y de sus consecuencias.
El consumo se ha triplicado en los últimos años
Uno de los problemas del exceso de consumo radica en la facilidad que hay para adquirir estos fármacos: El acceso a este tipo de fármacos es prácticamente inmediato. Sin necesidad de tener ningún diagnóstico puedes estar tomando esta medicación. De hecho, en los últimos tres años se ha triplicado el consumo y hay más gente tomando este tipo de medicación que personas diagnosticadas con este tipo de dolencias.
Fácil engancharse y sencillo conseguir esta ‘droga social’, ya que siempre hay alguien dispuesto a darte algo que «le va bien» y si no hay nadie, una visita a urgencias, un par de lamentos y sales con una caja de pastillas con la que puedes “teóricamente” solucionar tus problemas.
La importancia de un buen tratamiento psicológico
El consumo de psicofármacos no es solo una cuestión de salud pública, con los años se ha convertido en un problema económico. Tratar los costes derivados de los trastornos emocionales y de ansiedad asciende hasta los 23.000 millones de euros.
La mayor parte de esta cifra se la llevan los gastos no sanitarios, por un lado las bajas laborales derivadas de no tratar bien los trastornos emocionales y, por otro, las bajas de discapacidad permanente derivadas de los mismos.
Este problema podría atajarse aumentando la ratio de psicólogos en la atención primaria. El tratamiento psicológico consigue la disminución del consumo de psicofármacos y la hiperfrecuentación a las consultas de Atención Primaria.
Está demostrado que con un tratamiento de 7 sesiones de tratamiento se puede evitar el uso de psicofármacos, sin embargo España apenas cuenta con una ratio de 6 psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, frente a los 18 por cada 100.000 que tiene como media la Unión Europea.
Si no se aborda este problema, a medio-largo plazo vamos a recibir todas las consecuencias de tener una sociedad medicalizada, quizás adicta, en la que la benzodiacepina será como el café de la mañana para ir a trabajar.